La Graciosa: ¿qué hacer en una isla en la que la idea es no hacer nada?
01/04/2025
En La Graciosa, el tiempo se mide en mareas. En la octava isla canaria no hay carreteras, ni semáforos, ni grandes construcciones que rompan la armonía del paisaje. Solo calles de arena, barcas varadas al sol y casas encaladas con puertas y ventanas pintadas en tonos marineros. Este pequeño enclave, separado de Lanzarote por un corto trayecto en barco, es el último reducto salvaje del Atlántico donde la vida sigue un ritmo pausado.
Cruzar el río, como llaman los isleños al estrecho de agua que separa Lanzarote de La Graciosa, es cruzar una frontera invisible que separa el ritmo acelerado de la vida cotidiana y la calma absoluta. Solo 30 minutos de travesía marítima bastan para dejar atrás el asfalto y adentrarse en un mundo sin prisas, donde la actividad gira en torno a la pesca, el descanso y el mar. Aquí, la sencillez no es una ausencia, sino un lujo.
La brisa marina se enreda entre las calles ‘asfaltadas’ por arena de playa, acaricia las fachadas blancas y se cuela por las ventanas azules y verdes de Caleta de Sebo, el alma de La Graciosa. Una pequeña localidad pesquera, con apenas 750 habitantes, que respira autenticidad: pescadores remendando redes en la orilla, bicicletas avanzando sin prisa y los sombreros de ala ancha de los gracioseros, testigos de un estilo de vida que resiste al paso de los años.
Su puerto es el epicentro de todo: en sus terrazas se mezclan visitantes e isleños al atardecer, mientras los últimos ferris se preparan para regresar a Lanzarote. Pero la tranquilidad no significa ausencia de vida, también hay eventos señalados, como la Travesía a nado del Río o la procesión marítima en honor a Nuestra Señora del Carmen, donde la virgen surca el mar acompañada de los locales en otras embarcaciones.
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