Qué ver en Ubud y cómo (no) perderse

Ubud no es un lugar que simplemente se visita. También se siente. Está enclavado en el corazón de Bali, entre colinas, arrozales y ríos sagrados. Es un pequeño pueblo (que apenas ocupa un rincón destacado en los mapas), pero que vibra como el alma espiritual de Indonesia. Durante siglos fue refugio de sabios, campesinos, artistas y reyes. Y hoy, es uno de los destinos más deseados del mundo. Esa es su belleza, pero también su desafío.

Porque Ubud, con sus templos antiguos, ceremonias y mercados coloridos, vive una gran paradoja: ¿cómo puede conservar su alma cuando ha sido descubierta por todo el mundo? Aquí, donde conviven las ofrendas al borde de casi cada escalón con los smoothie bowls de colores, y las meditaciones al amanecer con el ruido de los scooters. Ubud resiste (y se transforma, también) a su manera.

El turismo ha cambiado Ubud. Las tiendas de regalos han reemplazado a algunos talleres de batik (técnica tradicional de teñido de tejidos) y los cafés orgánicos han desplazado a los warungs de toda la vida, esos pequeños restaurantes familiares donde se sirve comida casera. Pero basta con alejarse de las rutas principales para encontrarse con una imponente cascada o cruzarse con una procesión local al ritmo del gamelán, la música ceremonial balinesa. Ubud sigue siendo un lugar de ritual, de naturaleza. Solo hay que saber mirar. O mejor aún: dejar de mirar.

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