Moya (Gran Canaria), la bella villa que inspira los dulces ‘suspiros’

Una asombrosa población enclavada sobre profundos tajos.

Al norte de Gran Canaria, en uno de los municipios menos extensos y estrechos de esta porción de tierra macaronésica, se levanta Moya, una población que se asoma a profundos tajos de relieve volcánico y en cuyos alrededores podemos encontrar la mayor reserva de laurisilva de la isla.

No nos hemos alejado más que unos cuantos kilómetros de la capital de Gran Canaria y ya nos encontramos entrando desde el norte de la isla en dirección a Los Dragos mientras vamos ascendiendo hasta los casi 500 metros de altitud sobre el nivel en el que se encuentra la villa de Moya.

El paisaje no puede ser más espectacular, con varios barrancos jalonando la superficie plana y elevada sobre la que se asienta esta población que juguetea con el vacío en uno de sus flancos asomando vertiginosamente sus construcciones hacia el precipicio.

Una de esas construcciones, la más importante de la villa y su símbolo no es otra que la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, un templo que prolonga hacia el cielo un profundo tajo del relieve pero que contrasta poderosamente con este a través de su color blanco inmaculado, formando una postal de gran belleza.

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