Paxos y Antipaxos: las islas Jónicas que se disfrutan a otro ritmo

Las islas griegas son una escapada clásica en verano, con sus aguas azul turquesa, sus casas encaladas y ese estilo de vida mediterráneo que tanto nos gusta. Estampas ancladas en el imaginario colectivo que nos trasladan de forma irremediable a las Cícladas, dispersas en el mar Egeo. No obstante, aquellos que sepan mirar más allá –o sientan respeto por la reciente actividad volcánica en Santorini (de la saturación turística ni hablamos)– encontrarán en las islas Jónicas un paraíso igual de griego, pero mucho menos magreado y masificado.

No voy a mentir, aunque mi plan inicial era visitar Paros y Antipaxos para recorrer sus pueblos pesqueros, admirar su arquitectura pintoresca y asomarme a sus acantilados, un giro inesperado de guion viró mi brújula unos 600 kilómetros al noroeste. La ‘r’ se transformó en ‘x’ y, casi sin darme cuenta, me vi tomando un vuelo hacia Corfú con la intención de acercarme a descubrir Paxos y Antipaxos, dos joyas del mar Jónico que esconden una serenidad difícil de encontrar hoy en día en el Mediterráneo.

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