48 horas en Tarazona: cultura, patrimonio y gastronomía

“Tarazona es una ciudad pequeña y antigua; más lejos del movimiento de Tudela, no se nota en ella el mismo adelanto, pero tiene un carácter más original y artístico. Cruzando sus calles con arquillos y retablos, con caserones de piedra, llenos de escudos y timbres heráldicos, con altas rejas de hierro, de labor exquisita y extraña, hay momentos en que se cree uno transportado a Toledo, la ciudad histórica por excelencia”. Así describía Gustavo Adolfo Bécquer el municipio zaragozano en Cartas desde mi celda, allá por 1864, cuando se alojó junto a su hermano Valeriano en el cercano Monasterio de Veruela para aliviar los síntomas de su enfermedad pulmonar. Allí encontrarían el aire puro del Moncayo y la paz necesaria para inspirar sus plumas y pinceles.

Día 1: catedrales, juderías y tabernas

Nosotros nos disponemos a descubrir su encanto, que queda de manifiesto nada más llegar al ver su panorámica plagada de torres, fachadas históricas y casas arremolinadas en multitud de alturas. Tras conducir tres horas desde Madrid y dejar nuestras cosas en un hotel céntrico, nos dan la bienvenida los manjares de Saboya 21, restaurante a orillas del río Queiles, cuyas aguas dividen en dos el municipio. Crema de verduras de temporada, lentejas con senderuelas y choricete, quiché de calamares con setas, flan de tomillo y cuajada de leche de cordero son las opciones elegidas entre su menú del día.

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